Gotas del destino
Quizá una mañana que no sea de terciopelo, cuando te hayas ido, pueda hablarte. Quizá esa misma mañana, que será de granito o diamante, las gotas de lluvia pueblen mi ventana y quizá, solo si realmente te has ido, pueda decirte que las gotas de lluvia se parecen a tus ojos y ellos al destino.
Esa misma mañana, de café o de tabaco, pero no de terciopelo, cuando al fin te hayas ido, quizá pueda explicarte el significado de mi silencio y la furia de mi mirada. Quizá, pero tan solo si realmente te has ido.
Y cuando hayas partido sin dejar siquiera tu perfume, ni tu recuerdo, es entonces cuando entrarás en mi memoria y derramaré una lágrima en tu honor. Solo si realmente te has ido y solo si te he olvidado. Ni un segundo antes me verás llorar.
Tal vez entonces tenga tiempo para un millar de decisiones y de gestos cariñosos, de besos trascendentes y cotidianos. De abrazos aquietados, poblados de suspiros. Pero serán besos, abrazos y suspiros a la nada pues tú te habrás ido. Quiero creer que en brazos de otro, quien será capaz de hablarte en las mañanas que sí serán de terciopelo.
Cuando ya sea anciano y mis cabellos blancos, cuando las mañanas huelan a hiel y ya no reconozca cuanto tiempo ha transcurrido desde tu partida, quizá recuerde que nunca estuviste aquí. Cuando mi cuarto apeste a suspiros y a soledad, quizá regreses. Una vez allí tendrás el gesto amable que jamás tuve contigo. Esa misma horrenda mañana, antes de regresar a mis sueños me recordarás que jamás estuviste y que nunca partiste. Me recordarás también que las mañanas de terciopelo y granito son todas iguales y que tú eras solo el recuerdo de un tiempo en que no existían las mañanas ni el destino.
31 de julio del 2005
sábado, 17 de marzo de 2007
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1 comentario:
Que malancólico Sihuén! transmite tristeza...
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