martes, 5 de febrero de 2013

Enfermedades no tan venereas



Me acusa de ansiedades la mente y yo a ella de raciocinios prepotentes. Se agota en vericuetos fundados para asimilarme lo obvio y yo con despreocupada admiración de su certeza procrastino mi entereza a los cuatro tiempos.
Deshonra y belleza hay en tanta batalla de futuros carente. Vástagos de una prisión se arremolinan en fangosas veredas. Pero eso sí, como si un Ícaro fueran, pasan criterios a los anacoretas.
Y observan (ambas) aleladas (ambas) como se escapa y se escapa la tantaleada maleza y para colmo de males en una ignota quimera a cuestas. Y aleladas sonríen con esculpidas molduras sonrisadas completas de perlas.
Escolta de castillos cuya mi misión es cultivar la puerta mas nunca acercarse a la mútida piedra de la recámara bella. ¡Cuidadla! ¡Cuidadla! Que el campeón está cerca. El muerto y el próximo y yo cuidando la puerta.
Si cierro la llave olvido la puerta. Si la puerta no me sabe ¿Por qué no cuidarla me aterra? ¿Si soy tan vidrio a los ojos de tanta piedra?
Idiotas de mí, no hay ya princesas, sonrisas y media vuelta.