Sólo cenizas de un paraíso perdido yacen hoy sepultadas entre tus ojos de mujer. Sólo el infranqueable túmulo del recuerdo se entremezcla entre mi ansia y mi satisfacción. Es, sin embargo, suficiente para que la ceniza me cubra y mute en el depredador de mi ser.
Me persigo por las noches entre laberintos y me fusilo a disparos de tabaco y alcohol. Aún así (negando mi voluntad) la caza continúa. Como quien se desvanece despaciosamente con el atardecer y resplandece con los amaneceres.
Una réplica se ofrece, tan extraña e indecisa como la original. Sólo una réplica y sin embargo, todo vuelve a fallar. Un ayer cíclico que me obliga a enfrentarte hasta desgarrarme en bastas.
Desangran las horas mil relojes. Las noches no me cubren de piedad.¿Quién es aquello que surge en ellas?
Hoy nada perdura, tan sólo la mañana que nunca ancla en mi pecho y el recuerdo de tu figura incandescente.
Y quisiera saber porqué deseo destrozar tu sonrisa.
Y quisiera saber porqué crucifico mi alegría.
Las heridas que no cierran ya no sangran, se han podrido y cubierto de gangrena. Como el alma de un hombre cuyo corazón no se enfría porque sí.
Soy el depredador de mi ser y estoy devorándome.
Hay una palabra que no logro entender.
19 de marzo de 2007
miércoles, 4 de julio de 2007
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